miércoles, 3 de octubre de 2018

Cruzada por las palabras



Actual campeona nacional y ex campeona mundial de scrabble, impulsa una iniciativa para incorporar al juego como parte del sistema educativo. Pasión y método de un divertimento en el que el vocabulario es estrella.

Por Ariel Cukierkorn – Fotos:  Juan Carlos Casas

En la primera película de la saga de Matrix, la historia llega a un momento culminante cuando el protagonista (Keanu Reeves), empieza a ver la vida a través de letras y números verdes que caen sobre un fondo negro: se da cuenta de que es El Elegido. En la vida real, hay gente cuya primera imagen mental también es un tablero imaginario, pero colorido y apenas tridimensional, cargado de palabras cruzadas que tienen sentido en nuestro idioma, muchas de ellas ignoradas en el uso cotidiano. Son los que eligieron jugar al Scrabble.

Para Claudia Amaral, el término “juego” hace rato resulta insuficiente para definir su relación con el Scrabble Como tantos argentinos desde la década del 70, la encontró como la actividad lúdica ideal para sobrellevar los meses de un embarazo paralelo junto con una amiga, hasta que su pasión y su destreza para ganar puntos usando la amplitud del diccionario la hicieron ir por más. El primer paso fue probarse en los circuitos oficiales: en 15 años de carrera acumuló tres campeonatos nacionales (1998, 2003 y 2010) e incluso un título mundial de habla hispana, en 2009, en Panamá. Lejos de dormirse en los laureles, el siguiente paso consistió en compartir su saber, en talleres barriales, en acciones apoyadas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (ver cuadro) y más recientemente a través de la publicación de un dvd que sirve como recurso intensivo para iniciarse en el juego. El tercer paso es un proyecto en pleno proceso: que el Scrabble tome el lugar de su trabajo en tiempo completo (en la actualidad se gana la vida como reflexóloga y profesora de educación física) y sea aceptada como un recurso del sistema educativo argentino.


“Hasta ahora conseguí instalarlo en el área de Cultura de la Ciudad, un avance. Hay mucho preconcepto con el Scrabble, se cree que es sólo para gente vieja. Tuve experiencia en institutos, centros sociales, colonias, y hay que ver el efecto que tiene en chicos entre 7 y 14 años, incluso los que por distintos motivos no pueden asistir a la escuela todo el tiempo necesario. Su vínculo con la palabra es maravilloso. Impulsados por el juego, empiezan a buscar más palabras, adquieren cultura general y desde ya que todo lo que se habla se puede escribir. Por eso lo veo como una alternativa pedagógica para tener muy en cuenta”, se explaya, en su casa en el barrio porteño de Palermo, mientras acomoda las piezas de uno de sus cinco tableros personales.

En términos físicos, conceptuales y dinámicos, lo único que ha cambiado en las últimas décadas respecto del Scrabble creado en 1948 es que las 100 fichas/letras de la edición en español se amplió en vocales (44), incorporó la Ñ, la CH, LL y la RR y eliminó la K y la W, de muy limitada aplicación en nuestro idioma. Cada letra tiene un valor que se acrecienta según su dificultad de uso y el puntaje, que se obtiene de la suma de las letras de una palabra que se despliega sobre el tablero, tiene bonus si se usan las siete piezas que le corresponden por turno a cada jugador (a esta jugada se le llama Scrabble) y/o si la palabra cae en esos providenciales casilleros de distintos colores, que duplican o triplican letra o palabra. A partir de allí, se abren un mundo en el que participan la pericia, el azar, el vocabulario y la paciencia mental.

Incluso después de haber conseguido varios campeonatos, Amaral hace una diferenciación de géneros a la hora de encarar el juego. “Estoy convencida de que los hombres tienen mayor capacidad de abstracción. Nosotras, empezamos a pensar en el pelo, la ropa que nos vamos a comprar mañana… es inevitable. Los días de torneo, hay que hacer un esfuerzo enorme, tiene que correr agua por las venas. Más allá de eso, cada uno tiene su estilo. A mí me dicen que yo juego en una escuela “amaralista”, pero no sé si es para tanto. Sé que tiendo al juego cerrado, que las palabras se concentren en el medio del tablero, mucho vocabulario corto. Y mi letra preferida es la J, vale 8 puntos, es hermosa”, revela.

El Scrabble involucra la vista, las manos y a veces hasta cierta postura corporal poco recomendable, pero cuando se trata de competir de manera oficial también provoca ese sudor frío tan típico del ajedrez. “La única vez que no lloré en el medio de un torneo fue en el último Mundial en Costa Rica”, confiesa Amaral. Según los resultados, un torneo implica cuatro días con seis partidas de 25 minutos cada uno. Un monitor hace las veces de juez, controla el reloj y tiene la facultad de penalizar a un jugador por faltas de ortografía. Para ello, consulta a través de su celular al Lexicón que incluye las 260.000 palabras habilitadas.


Como ocurre con los torneos de póker, los campeonatos mundiales en español se juegan muchas veces en locaciones paradisíacas de Panamá, España, México o Colombia, en ocasiones incluso en balcones con vista al mar, con abruptos huracanes que vuelan piezas y tableros. Amaral dice que, como en el célebre juego de cartas, existe el “bluffing”, esa especie de simulación gestual para no develar sus piezas o intenciones. Pero, claro, los premios en dinero están a la distancia sideral. Durante una época, Mattel, la empresa estadounidense que tiene la licencia del juego, decidió apoyar el campeonato mundial. En 2003 llegó a trasladar a todos los participantes en avión hacia Xcaret, México, y a establecer un primer premio de U$S 7.500. Sin su presencia, el estímulo bajó a poco más de la mitad.


Ecuaciones con letras. De más está decir que no es la plata lo que mueve a los jugadores de Scrabble, sino una necesidad impulsiva de resolver problemas con palabras, que en algunos casos alcanza ciertas patologías rayanas a la locura. “Como muchos, usé los crucigramas como un entrenamiento. Ya no me seduce, la considero una instancia inferior. De hecho, prefiero jugar contra mí misma, sé que a veces estoy medio chapa (risas). Soy de analizar mucho el diccionario, de hacer listas de palabras, incluso de despertarme a las 6 de la mañana después de una partida perdida, gritando: “¡La palabra era Aceitada!”. Soy muy consciente de que muchas veces se transforma en una adicción”, reflexiona Amaral.

Pero ella no es la única en reconocerse en comportamientos inverosímiles. Existen campeones que se hacen grabar cds con palabras y anagramas para escuchar durante un viaje por la ruta y hasta el caso de un físico que sufrió un aneurisma y que tras tres años recuperó la memoria gracias al Scrabble, aun con medio cerebro”. “Es una bestia, un diccionario con piernas. Después de ganar un torneo se lo dedicó al médico que le había prohibido hacer esfuerzos mentales. Se bajó del estrado y empezó a preguntar cuál era su habitación, porque lo que no había podido recuperar era la memoria de corto plazo…”, relata Amaral.

Más allá de estos casos extremos, la campeona argentina tiene muy claro lo que representa el  juego para su historia y autoestima: “Me dio la posibilidad de sentir reconocimiento en una actividad, de poder destacarme. Pero, sobre todo, de sentirme capaz”. Es por ese carril por el que pasa su ilusión de que cada vez más chicos vuelvan a jugar y experimentar con el Scrabble en la vida real.


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